domingo, 15 de febrero de 2015

De no saber

Desde la banca vi llorar de tristeza a un hombre genuflexo sobre el césped. Me dio mucha pena verlo. Le pregunté a una mujer que vendía garapiñados:
ㅡ¿Por qué llora el hombre?
ㅡ¿Que por qué llora? ㅡLo miró largo rato y respondió ㅡporque está solo, a lo mejor.
Me hubiera gustado acercarme a él, abrirle el pecho y detener su corazón para que descansara. Ya iba para allá cuando una mano se posó sobre mi hombro. Una chica rubiecita me hablaba:
ㅡEskzha, nekzto raber, ¡oy nekzto raber il vertá! Sic dom il ré, krasharé o ne turnaré croka. Dom diero turnar croka.
ㅡPerdone, no entiendo…
ㅡ¡Oy nekzto raber il vertá!
Aquella voz aguda (muy chillona) me molestó el oído. Pero más me molestó no entenderle. Capaz que me estaba insultando, o algo peor, qué tal si...
ㅡDisculpe, I only speak spanish.
Así le di la espalda entre un vislumbro de decepción, muy notoria con esos ojos tan bonitos, azules y grandotes. Tal vez ella necesitaba ayuda. Me hizo pensar en lo angustiante que sería estar en otro país donde nadie pudiese entender. ¡Qué tal que se le estuviese muriendo el pajarito (un cotorrito verde, ¿por qué no?) y me pidiera ayuda, yo que soy de la ciudad y conozco los veterinarios!
En fin, el señor que había estado llorando ya se había ido. ¡Ah, día nublado! Decidí tomar un taxi para llegar pronto. Era buena persona el chofer, porque a medio camino comenzó a llover y subió a una chica para llevarla después mí. Ya nos habíamos visto antes. Ella estaba en una bandita de chicos para golpear gatitos hasta matarlos. También les gustaba insultar a las personas (de todo tipo); hasta una vez me tocó alguna que otra grosería de su parte. Le ofrecí un cuadrito de chicle (es de buena educación). Me miró asustada y ordenó al taxista detenerse. Apenas un pie en el asfalto, comenzó a correr como si fuera por su vida. Me asomé por la venta para gritar:
ㅡ¡Ey, si corres así te puedes caer a media calle, pasa un coche y fin de tu historia!
Pero ya estaba muy lejos y no me escuchó. ¿Por qué corría tan asustada? De esa mala manera de correr, podía caerse.
Ya en casa recibí a Tres Asteríscos. Guapo muchacho, el Tres Asteríscos. Le comenté después de un juego:
ㅡDe tormentas a tornados, eres el más tormentoso.
ㅡEntonces a ver si no te rompes, porque de tazas a vasos, eres una copa de cristal, bonita, muy bonita, excelente para cualquier elixir, sobre todo los elixires de vida.
Nice. Pero, ¿no crees que las copas se vacían cuando bebes lo que hay dentro? Después de que bebas el elixir que te da vida, ¿no quedaré vacía?
ㅡOh, bueno...
ㅡY ¿entonces?
ㅡMañana te digo.
ㅡ¿Mañana?
ㅡAl rato, o después… mañana, sí… tal vez.
ㅡ¿Del vacío o de la copa?
ㅡEspera a mañana o… no sé.
Salí de sus brazos. Asomé mi cabeza greñuda por la ventana. Me pareció triste ver un perrito flaco (muy flaco) que buscaba rastros de comida con su olfato. Tres Asteríscos se acercó, me echó el brazo por el hombro y me miró.
ㅡDe no saber por qué llora el hombre, qué quiere la extranjera, cómo debemos correr, si mañana o no, nos secaremos en esqueleto; luego de polvo volaremos y nos respirarán las nuevas generaciones.
ㅡEntonces hoy, tú y yo.
Y nos respiramos hasta la mañana siguiente.