La
feria se levanta con sus incontables luces. Rostros de todo tipo, color y
sabor andan de aquí para allá y de allá para acá. Cuando voy a la feria
procuro recorrerla completa. Mínimo pasar por éstos puntos: puestos de
garapiñados; changarros de toda clase de chucherías, de toda clase de
materiales; exposiciones (pequeño espacio dedicado a la expresión artesanal y
artística); teatro popular, del pueblo para el resto; establo de animales de
granja que comen todo el día y duermen cuando no; y por supuesto, algún
puesto de comida (mi preferido es el de pizza).
La
feria puede ser muy entretenida, aunque claro, hay que tener el ánimo para
disfrutar de situaciones y momentos. Tal vez mirar a toda esa gente ir y venir
causa un poco de malestar en algunas personas. ¡Son demasiadas realidades
juntas! O puede ser que alguna angustia interior (de esas que con frecuencia
nos asaltan a los caminantes de la clase media) impida la correcta apreciación
ferial. Simple: puede suceder que el movimiento cause nauseas a alguno que otro
amargado. Casi siempre cuando salgo de allí hay dos posibilidades de sentir: el
malestar de las realidades encontradas o el desgaste mental.
A
pesar de que me voy de ese lugar con no muy buen talante, la mayoría de las ocasiones cuando
asisto a la Feria Anual de Todos los Santos (en Colima, por supuesto), cada vez
la espero con cierta emoción, alegría o gusto. Al volver a casa mi estado
anímico es negativo. Este
año fue lo mismo como todos los anteriores desde que tengo memoria: esperé con
entusiasmo la llegada de la feria y salí de ésta cabizbaja.
Aun
así creo que de algo ha servido ir año con año. En la feria se entrelazan
cientos de vidas y formas distintas. Es una expresión popular, la más grande
del estado, donde se puede salir de la rutina. Tal vez
ese es el problema: solo en la feria se puede salir del hartazgo del día a día. Muchas veces mi energía se va en ese intento.
Es
un sitio extraño de poca durabilidad donde se conjuntan las ramas del bosque
cultural colimense, quizá no todas pero sí una gran parte. El abandono que la
ciudad me ha brindado desde que nací puede ser la razón de mi malestar al
asistir a su expresión popular más esperada.
Mi
energía ha sido absorbida éste año, lo siento mucho.
Por Aouda Frog