Un fulgor
desde el cielo sin sol, tan extraño, se ve en el patio. No hay almas cerca pero
podemos respirar inquietudes. Cruzando el pasillo con la esperanza de encontrar
las estrellas al mirar hacia arriba. Nada más que el rojo de la nube nocturna.
Con tal se perciben las hojitas y el espejo. Y tan cansada, con el alma
enferma, sin el consuelo de los ojos de luna llena.
Mejor
abrázate, criatura, verás que pronto te encontrarás sana. No te olvides de la
sabiduría del árbol y de su esencia, la más dulce de todas las cosas, más aún
que el néctar de las hojas.
Para la
forma, aléjate; para el deleite, procura acercarte lo más que puedas corriendo
el peligro de fundirte con lo que no entiendes. Tanto no lo entiendes que te
rechazará hasta que aprendas a alejarte y mirar sin miedo su figura.
Y en la
puerta todo oscuro. Y en tu camino todo solitario. Tan complicado es, que
aunque otros quieran andarlo, se espinan los pies, se lastiman y sufres con su
dolor. Entonces llegan unos pies calzados, podría afirmar blindados, donde las
agujas del sendero se doblan. Ves que andar es más fácil de lo que pensabas.
No hay
temor, alma pura. Aunque tus pies no están blindados, ya te has hecho unas
calzas con maderitas que encontraste por allí. Adaptada la vista puedes
regresar a tu lecho. Descansar y esperar, que no puedes enfermar más.
Aouda Frog