En una
esquina oculta en la espina de mi alma, permanece una emoción difícil de
distinguir, poco menos de aclarar. ¿Será el dolor de tu ausencia o sólo un
recuerdo que con cada experiencia muere enfermo?
Perdida un
mar de grande entre los sueños olvidados de la punta de la perfección, dorada
en su disfraz, carcomida por el peso milenario, con otro rostro, donde se
escucha el idioma olvidado cercano al hijo del sol y de la siembra. Y en el
oasis resplandeciente de una calma etérea me quiebra tu llanto. Me haces llorar
también.
Cae una
palmera tras otra. Se van los dromedarios lentamente mientras el río se seca.
Tal vez como ellos, debería buscar otra fuente. Pero ¿dónde está mi paz? Se
encuentra en ruinas, oxidada, cayéndose a pedazos. Ya no es lo que fue,
solamente queda polvo blanco mezclándose en la arena fina y terrible, que todo
lo devora. Se consume hasta el espíritu de mi inquieto corazón.
No me queda
más que andar en el remolino. Soy su cuerpo, una parte de la arenisca que da
vueltas y avanza (o retrocede, o tan simple como que se mueve sin importar
hacia dónde), siempre en los límites que hay entre tú y Egipto.
Por Goodface J
Solo hay algo de necrofilia.
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